martes, 30 de junio de 2015

CAPITULO 36





Odio a la maldita Julieta. Mientras estaba con mi tío Daniel y mi tía Vanessa no podía hacer nada sobre la no deseada ni solicitada atención de Julieta. Salvo beber más a toda caña para embotar mi cuerpo y no sentir sus repulsivas caricias. 


En cuanto llegara a casa tendría que restregarme el cuerpo con un estropajo o algo parecido.


Poco después de que Paula —que por cierto estaba encantadora con aquel vestido— desapareciera con Lexi y Dolores para ir al lavabo, la traidora arpía fue derechita donde yo me encontraba. Como si creyera que yo estaba deseando volver a verla. Sin embargo yo me había olvidado de que pudiera presentarse a la fiesta, aunque como dije antes desde que Paula había aparecido en mi vida no había estado demasiado centrado que digamos.


—¡Oh, joder! —exclamó Mario fijándose en algo a mis espaldas.


Naturalmente tuve que girarme para ver qué era lo que le había chocado tanto, pero en cuanto lo hice deseé no haberlo hecho.


—Caramba, qué sorpresa… Pedro Alfonso—oí que me susurraba la conocida voz de mi antigua novia. Estaba intentando sonar sensual y esto no le iba para nada. Tal vez fuera un bellezón, pero lo único que yo podía ver era a Julieta a cuatro patas con la polla de Dario metida en el culo en plena faena.


—Pues yo no puedo decir lo mismo… Julieta Frost —repuse con aire cansino.


—Venga, Pedro, si te portas bien tal vez te dé otra oportunidad al final de la noche —me dijo, pero yo no pensaba volver con ella ni loco.


—¡Que te den! —le solté dándole la espalda.


—Esto es exactamente lo que quiero.


Sonaba tan segura de que iba a suceder que lo único que pude hacer fue burlarme de ella y terminarme el champán. Iba a necesitar tomarme algo más fuerte para pasar la noche.


—¿Quién ha sido lo bastante idiota como para traer a una zorra como tú a una fiesta tan elegante?


—¡Cuidado con lo que dices, Alfonso! Estás insultando a mi pareja — dijo Dario acercándose a nuestro pequeño clan y abrazando a Julieta por detrás—. Ya te dije que mi chica era un bombón.


Me apostaba mi cojón izquierdo que lo que Dario esperaba conseguir con esta treta de zopenco era sacarme de mis casillas para que estallara y quedara mal como dueño de la compañía. Esperaba que perdiera los estribos en medio de una sala repleta no solo de empleados, sino también de clientes —actuales y potenciales— y sobre todo de miembros de la junta directiva. Era un buen plan, pero no tenía la menor posibilidad de funcionar al estar una zorra como Julieta Frost implicada en él. No pensaba darle este gusto. Así que apreté los dientes y me obligué a sonreír.


—Esta noche tienes muy buen aspecto, Dario. ¿Dónde has comprado el esmoquin? ¿En el Emporium de las Puñaladas Traperas? —le pregunté.


Hay que decir que Brad y Mario se taparon la boca para ahogar sus risitas.


—Muy gracioso. ¿Se te ha ocurrido a ti o ha sido tu novia la que te lo ha soplado? ¡Oh, me había olvidado! Ahora tu novia sale conmigo —le soltó Dario con una repelente carcajada que me obligó a tensar todos mis músculos para no partirle la cara—. Voy a la barra a buscar una bebida más
potente. ¿Te vienes conmigo, nena?


—No gracias. Creo que me quedaré charlando un poco con Pedro de los viejos tiempos —repuso ella sin apartar la vista de mí. Aunque no la mirara, la notaba desnudándome con los ojos. Sí, yo no pensaba tirar por ese camino. Julieta había tenido su oportunidad y la había mandado a tomar por el culo, literalmente.


Daniel y Vanesa se unieron a nuestro grupito, poniendo fin a nuestro pequeño téte-a-téte y catapultándome a un oscuro pozo sin fondo en el que me sentí atrapado.


—¡Pepe! —canturreó mi tía con su tono maternal. Prácticamente se deslizó junto a mí y me rodeó con los brazos para darme un achuchón—. Da gusto verte.


—Tía Vanessa —le dije con una amplia sonrisa cuando se separó de mí —. Me alegro de que hayáis podido venir.


—¡Qué quieres que haga! Ya sabes cuánto le gustan a tu tío estas fiestas —respondió alzando la vista para mirar a Daniel con adoración.


—Pepe —me saludó él, asintiendo con la cabeza y dándome unas amistosas palmaditas en el hombro antes de echarle una mirada a Julieta —. Espero que esta noche te comportes como es debido.


Sí, sabían la mierda que había habido entre los dos, pero manejaron la situación con una gran clase. Asentí con la cabeza sonriendo inocentemente.


—¡Ni lo dudes!


Julieta enlazó su brazo al mío arrimándose a mí.


—Pepe y yo estábamos a punto de recordar los buenos tiempos —la muy zorra mentía como una bellaca, incluso me llamó por mi sobrenombre como si fuera de la familia cuando no lo era para nada.


—Me pregunto por qué las chicas estarán tardando tanto —terció Mario intentando a toda costa cambiar de tema.


Mierda.


Si Paula llegaba y me pillaba con Julieta colgada del brazo… me estremecí solo de pensar en lo que podría pasar. Sobre todo después de cómo había reaccionado con Fernanda. 


Tendría suerte si el edificio no quedaba reducido a un montón de escombros y cenizas después de arrojar Paula fuego por la boca como Godzilla.


En ese instante salió del lavabo con Lexi y Dolores. Y la situación no pintaba demasiado halagüeña para mí, porque sabía que esas dos eran unas liantas de cuidado.


Al principio estaban riendo, hasta que alzaron los ojos. A juzgar por la cara de ferocidad de Paula, yo tenía todas las razones para ponerme a temblar como un flan. Y lo hice, pero por dentro, porque dar muestras de debilidad solo hubiera empeorado las cosas. No podía hacer más que mirar y esperar mientras Lexi y Dolores se separaban de Paula y seguían andando, echándole a Julieta todo el tiempo una mirada asesina, pero mi nena de dos millones de dólares no las siguió. En su lugar…


¡Oh, mierda, no!





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