domingo, 28 de junio de 2015
CAPITULO 31
A la mañana siguiente me descubrí ante el escritorio tirándome del pelo frustrado. Había dormido fatal. No me había podido sacar de la cabeza esa mirada de Paula. Me tenía obsesionado. En sus ojos había algo distinto. Había visto antes esta clase de mirada, pero no la sabía interpretar.
Me había mentido. Había estado llorando, pero como no me había querido decir por qué, tuve que sacar mis propias conclusiones.
Y no tardé en hacerlo. Se sentía prisionera en mi propia casa. Aunque le hubiera dicho que podía hacer lo que quisiera dentro de ciertos límites, seguía siendo una prisionera que debía someterse a mis primitivas pulsiones cuando a mí se me antojara. ¿Cómo no se me había ocurrido antes que esta situación tal vez le resultaba denigrante? Había muchas mujeres que se habían arrojado a mis brazos, pero era porque lo deseaban y no por haberles yo pagado y no quedarles más remedio.
Me levanté y me dirigí a mi baño privado. Abrí el grifo del agua fría y la dejé correr en mis manos ahuecadas antes de refrescarme la cara. Lo hice una y otra vez hasta ver que era inútil. Nada me iba a sacar de mi aturdimiento. Cogí una toalla para secarme la cara y al ver de pronto mi reflejo en el espejo, me quedé paralizado. Entonces me di cuenta. Me había convertido en la persona a la que más despreciaba del planeta: Dario Stone.
Después de todo, yo había hecho algo que él también habría hecho, la única diferencia era que yo había pagado por un contrato a largo plazo en lugar de usar a Paula para una sola noche. La estaba usando en mi propio beneficio sin importarme cómo le acabaría afectando esto. Y lo había hecho diciéndome que ella lo había elegido, que sabía dónde se metía. Y aunque esto fuera verdad, no significaba que yo pudiera aprovecharme de ello. ¿Y si Paula no estaba bien de la cabeza? A mí no me lo parecía, pero ¿quién en su sano juicio haría tamaña cosa? Solo alguien que se encontrara en una situación desesperada.
Si me estaba aprovechando de su desesperación, ¿acaso no era como Dario? Mi ignorancia no era una buena excusa, debería haber sabido que cualquier persona, fuera Paula o una puta desquiciada, solo haría algo parecido como último recurso. De forma que pese a todo, el mío era un acto reprobable.
Volví a mi estudio y me quedé mirando el teléfono sobre mi escritorio, esperando a que sonara. Como el masoquista que por lo visto era, quería saber qué había sucedido en su vida para obligarla a tomar ese camino. El sabio que había en mí quería ayudarla. Pero al fin y al cabo yo no era un sabio, sino una persona que se aprovechaba de las desgracias ajenas.
Quizá tuviera una especie de superpoderes paranormales, porque en ese mismo instante el maldito teléfono se puso a sonar. De pronto, no estaba seguro de si quería que fuera Sherman, porque si me decía lo que yo sospechaba, que Paula había decidido hacer esto por encontrarse en una situación horrible, no sabía cómo me lo iba a tomar.
Respiré hondo para calmarme y controlar mis nervios y luego cogí el auricular.
—¿Diga?, soy Alfonso.
—Hola, Alfonso, soy Sherman. Tengo la información que quería. Espero haberlo pillado esta vez en mejor momento.
Lancé un suspiro.
—Pues es tan bueno como cualquier otro —le solté sonando abatido incluso a mis propios oídos. Y luego esperé ansioso.
—Sí, bueno, ¿tiene un bolígrafo y un papel a mano? —me respondió Sherman sin inmutarse yendo al grano.
Cogí un bolígrafo de mi bolsillo y deslicé el bloc frente a mí.
—Venga, suéltalo ya.
—Paula Chaves, alias Pau Chaves —me dijo. ¡Vaya, solo me faltaba que me lo recordara!—. Tiene veinticuatro años y vive en Hillsboro, Illinois, con Alejandra y Marcos Chaves, sus padres. Tengo su dirección si la quiere —añadió.
—¿No es eso por lo que te pago? —le solté, exasperado.
Sherman me la dio de un tirón y luego volvió a lo suyo.
—En el instituto siempre sacaba sobresalientes, pero no he podido encontrar nada que indique que haya ido a la universidad.
No me sorprendió saber que era una chica inteligente, tal vez no tuviera dinero para hacer una carrera.
—Además no parece frecuentar el escenario social. Aunque no es de extrañar, porque los estudiantes que sacan tan buenas notas suelen llevar una vida de ermitaño.
Yo había sido uno de ellos y sabía que lo que afirmaba no era para nada verdad.
—Si quiere saber mi opinión, creo que su vida es de lo más normal — me dijo, aunque yo no se la hubiera pedido al muy jodido—. Por eso decidí indagar en la de sus padres. Su padre trabajaba en una fábrica hasta que hace poco lo despidieron por ausentarse demasiado. En su informe laboral pone que se debía a problemas médicos, aunque no era él quien los tenía.
Por lo visto cuida de Alejandra, su mujer enferma. Alejandra Chaves está muy enferma, es decir, a las puertas de la muerte, y necesita un trasplante de corazón —me dijo y luego hizo una pausa.
Me vino a la memoria el ataúd cerrado de mi madre y se me cayó el bolígrafo de las manos al no poder controlar de pronto mis funciones motoras. Yo había perdido a la vez a las dos únicas personas que de verdad quería y sabía perfectamente cómo se debía sentir Paula.
Y ella había decidido vivir conmigo en lugar de estar al lado de su madre. ¿Por qué?
Oí a Sherman hojeando papeles en el fondo.
—Hace poco —prosiguió— recibieron una gran suma de dinero de un donante anónimo. Antes de recibirla por lo visto se estaban hundiendo muy deprisa. Debían un montón de facturas médicas y tenían las tarjetas de crédito al límite… Y encima el seguro médico no les cubría ningún gasto por haberse quedado sin trabajo el padre.
¡Joder!
—Paula no tiene antecedentes. Es toda la información que he conseguido —dijo suspirando, y esperó a que yo le respondiera. El problema era que no sabía qué decirle. Mi cerebro seguía procesando el hecho de que la madre de Paula se estaba muriendo. Por primera vez desde la muerte de mi madre me entraron ganas de llorar.
—¿Alfonso? ¿Alfonso, me oye? —dijo él.
Yo era incapaz de hablar. Me estaba ahogando en la oleada de emociones que de pronto se había precipitado sobre mí, amenazándome con romper la presa que con tanto esmero había construido para mantenerlas a raya, como si estuviera hecha de ramitas en lugar de un muro de 100 metros de espesor de cemento reforzado. El dolor por la pérdida de mis padres había estado a punto de destruirme. De haber sido
posible, habría hecho cualquier cosa por salvarles. Cualquier cosa.
Sumido en un estado de choque, colgué el teléfono sin apenas darme cuenta.
Paula había hecho el acto más altruista que cualquier ser humano sobre la faz de la tierra podría haber realizado.
Había dado su propio cuerpo, su vida… para salvar a su madre moribunda.
Era toda una santa y yo la había tratado como a una esclava sexual.
Me empezó a corroer el mayor sentimiento de culpa de mi vida, porque saber lo que ella había hecho y la razón por la que había tomado aquella decisión me rompió el puto corazón.
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Woooooow q intensos caps!!!!! Muero x los prox caps!! Bsoos @GraciasxTodoPYP
ResponderEliminarUyyyyyyy, qué macana, ahora Pedro se va a sentir re mal. Buenísimos los 3 caps.
ResponderEliminarMe hizo llorar el ultimo cap .... ahora Pedro siente mucha culpa e interpreta mal el llanto de Paula. Quiero saber q va a pasar con ellos !!!!
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