miércoles, 24 de junio de 2015

CAPITULO 18







¡Eso me dolió horrores! ¿Me has oído? ¡Horrores!


La primera vez no me dolió tanto. Seguramente por haberme penetrado en medio del orgasmo cogiéndome por sorpresa tal como él había planeado. Simplemente me quedé aturdida. Pero sentí un gran alivio al ver que por fin había perdido la virginidad, aunque tuviera el Chichi hecho polvo.


Lo que me cabreaba era cuando Pedro se detenía. Cuanto más tardara en desvirgarme, más molesto me resultaría. O al menos eso creí. Porque en cuanto me penetró, la sensación de sentirme totalmente llena con su polla fue la más deliciosa de todas cuantas sensaciones había sentido en mi vida.


Sabía que iba a dolerme porque el tío estaba dotadísimo, pero sentir aquel primitivo poder entre mis muslos y tomarlo como una veterana me hizo sentir una supermujer.


Y entonces no pude evitar abrir la boca para retarlo. 


Supongo que fui una boba con inclinaciones masoquistas, una de esas enfermas mentales que no pueden admitir la derrota, pese a saber que me habían jodido, en todos los
sentidos. Como un poli novato que irrumpe en el escenario donde está teniendo lugar una carnicería, revólver en mano, pensando que detendrá a delincuentes veteranos como si tal cosa.


Yo no era un gran poli, pero la Agente Doble Coñocaliente se puso la capa y las botas rojas de caña hasta las rodillas como si fuese una especie de superheroína, con unas mallas azules fosforescentes de cuerpo entero y un cinturón dorado con una C de color rojo vivo bordada en el pecho.


Supongo que se olvidó de que acabábamos de recibir un buen vapuleo.


Pedro se tendió de espaldas y me atrajo entre sus brazos para que apoyara la cabeza en su pecho.


—¿Te encuentras bien? —me preguntó en voz baja.


Asentí con la cabeza porque no sabía qué decirle. No quería admitir que me había dolido horrores. Ni que me había puesto muy cachonda. Ni que en muchos momentos había gozado como una loca. Por lo que no le respondí.


Mi prodigioso Chichi en cambio, ya estaba fumándose un pitillo, exhalando anillos de humo con una sonrisa de satisfacción pintada en la cara.


—Cuando te acostumbres ya no te dolerá —me dijo él tiernamente deslizando su mano arriba y abajo de mi brazo, lo cual hizo que enroscara las piernas sobre sus muslos y me acurrucara junto a él. Como la hipócrita puta que al parecer era.


Oí su corazón martilleándole en el pecho al tiempo que mi cabeza se alzaba y descendía con su agitada respiración. 


Una ligera capa de sudor le cubría la piel y sin pensármelo lo saboreé besándole con la boca entreabierta. Este beso me llevó a otro, y a otro, hasta descubrir su pezón en mi boca.


—No creo que quieras hacer esto, Paula—me dijo jadeando con esa voz suya tan sexi—. Me recupero enseguida y estoy seguro de que no estás ni por asomo lista para otra ronda.


Pedro deslizó sus dedos por mi espinazo y por mi culo y luego siguió en el sentido contrario hasta llegar a mi cuello. La respiración se le estaba calmando y aunque el corazón le siguiera latiendo con fuerza, ya no le martilleaba en el pecho.


—Necesito fumarme un cigarrillo —dijo suspirando y se metió un poco debajo de mí para que yo me apartara y él se pudiera sentar en su lado de la cama. Cogió un pitillo y el mechero de la mesita de noche, lo encendió y luego exhaló el humo girándose hacia mí.


—Te sentirás mejor si te das un baño con agua caliente. Voy a llenarte la bañera —dijo levantándose de la cama, y se dirigió al baño.


Tenía una expresión que yo no sabía interpretar. ¿Se arrepentía de lo que había hecho? Una parte de mí sabía que no era posible, pero ya le había visto antes esa expresión en la cara, fue después de ir a ver al ginecólogo.


Y de pronto se me ocurrió que tal vez no se arrepintiera de haberme desvirgado, pero se sentía culpable por las molestias que me había causado y estaba intentando mimarme un poco.


¿Por qué tenía el cabrón que portarse tan bien conmigo ahora? No sé lo que tú piensas, pero a mí me cuesta muchísimo odiar a alguien que es amable conmigo.


La Agente Doble Coñocaliente pensó que debíamos demostrarle lo agradecidas que estábamos. La muy traicionera decidió cambiar de bando a favor de la oposición.


Resulta que el Súper Chichi se había vuelto totalmente adicto al Vergazo Prodigioso y estaban uniendo fuerzas para
formar el dúo perverso.







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