sábado, 20 de junio de 2015
CAPITULO 5
A la mañana siguiente me desperté, medio dormido, con la polla dura como una puta piedra metida entre algo cálido y blando. Mi mano rodeaba algo inconfundiblemente femenino y precioso, y lo estrujé para asegurarme de que era real.
Odio las tetas de silicona y aunque había visto las de
Paula a través del pedacito de tela que llevaba en el club —y luego cuando se sacó el sujetador anoche—, no sabes si son de verdad hasta que las palpas. A pesar de que la industria de la cirugía estética esté progresando a pasos agigantados en esta cuestión, las artificiales no se pueden comparar a un buen par de tetas reales en las manos de uno.
Y ahora ya no me cabía la menor duda, las suyas eran naturales y además innegablemente perfectas.
Deslicé el pulgar por su pezón, gozando con la forma en que se puso enhiesto al acariciarlo. Paula tenía una boca deliciosa —¡vaya qué boca! —, pero sospechaba que cuando hubiera sentido mis caricias, la usaría para suplicarme que quería más en lugar de para ver de cuántas formas me podía fastidiar en cuanto la abría.
Al levantarme de la cama a mi pesar, advertí que Paula gemía protestando por ello. Seguía durmiendo profundamente y no se había dado cuenta de que me echaba de menos. De haber estado despierta estoy seguro
de que se habría alegrado de perderme de vista.
Así que me tendría que haber sentido como un gilipollas, porque yo, un absoluto desconocido, la estaba obligando a hacer cosas que no quería, pero era ella la que había accedido a este trato. Además, había señales de que seguramente le gustaba que la obligaran a desatar la bestia sexual que llevaba dentro. Había visto la expresión de sus ojos mientras le metía la polla en la boca la noche anterior.
Le había encantado, y yo me alegraba, porque pensaba metérsela muchas veces más.
Me dirigí pesadamente al baño y abrí el grifo del agua caliente para llenar el enorme jacuzzi. Era la primera vez que lo usaba desde que los había pillado en él en plena faena.
Yo era el principal accionista del Loto Escarlata, la compañía de mi padre. Mi madre, Elizabeth, que a lo largo de su vida había sido budista, fue la que le puso el nombre a la compañía. La flor de loto al principio no es más que una semilla en el lodoso fondo de un estanque y poco a poco va
creciendo hasta salir a la superficie para florecer. El color rojo simboliza el amor, la pasión, la compasión y todo lo relacionado con el corazón. Mi padre, Pedro sénior, pensó que el nombre le iba como anillo al dedo a la compañía. El Loto Escarlata era el lugar donde la gente podía llevar sus
más genuinas ideas —las ideas cercanas y queridas que no podían materializar por falta de capital— y verlas crecer hasta florecer. El Loto Escarlata les ayudaba a realizarlas a cambio de recibir una parte de las ganancias. Mi madre había insistido en que la compañía colaborara en mejorar el mundo, con lo que realizar obras benéficas era tan importante para nosotros como la idea de fomentar el desarrollo.
Hacía casi seis años que mis padres habían muerto en un accidente de coche, dejándomelo todo a mí: el dinero, la casa y las acciones de la compañía que mi padre había adquirido. Pero ninguna de estas cosas podía reemplazar su presencia y además no me las merecía en absoluto.
El socio de mi padre, Hector Stone, que llevaba jubilado ya tres años, había entregado todas sus acciones a Dario, su único hijo. Dario y yo habíamos sido amigos íntimos en la infancia. Al triunfar nuestros padres, era prácticamente imposible saber quiénes eran amigos nuestros de verdad
y quiénes nos lamían el culo para sacarnos tajada. Dario y yo habíamos aprendido a base de palos que solo podíamos depender el uno del otro. Nos metíamos continuamente en problemas, retándonos para hacer sin siquiera pensarlo las proezas más ridículas. Pero nuestros padres siempre acababan arreglando nuestros estropicios, no podían permitirse que los herederos de la fortuna del Loto Escarlata salieran en las noticias de los periódicos sensacionalistas. Habría sido muy malo para los negocios. Además algún
día seríamos los directores de la compañía y nadie en su sano juicio querría poner sus valiosas ideas en las manos de un par de gamberros que tenían fama de echarlo todo a perder.
Nunca pensé que tuviera que hacerme cargo de la compañía a los veintidós años, cuando me acababa de licenciar. Dario en aquella época ya empezaba a hacerle sombra a su padre y a aprender los entresijos del negocio. Juntos éramos invencibles y nos convertimos rápidamente en la comidilla del mundo empresarial. Al decidir asociarnos, como nuestros
padres, ya sabíamos que íbamos a formar un buen equipo.
O al menos eso creímos.
Resulta que Dario nunca estuvo de acuerdo en la cantidad de dinero que la compañía «derrochaba» en obras benéficas. Era un codicioso hijo de puta y creyó que llenar su propio bolsillo era muchísimo más importante que ayudar a los menos afortunados. Pero la beneficencia había sido la
pasión de mi madre, y también la de mi padre, por eso yo no daba mi brazo a torcer. Además me hacía sentir muy bien corresponderle al mundo de alguna manera.
Hacía cosa de un año que había volado a Nueva York para tener una cita con una agencia especializada en proyectos comunitarios dedicada a ayudar a los niños de la calle a llevar una vida mejor. Al volver me encontré a Dario en el jacuzzi con mi novia Julieta, con la que llevaba dos años saliendo.
Para ser más preciso, le estaba dando por el culo mientras ella gritaba:
«¡Tu polla es más grande que la de Pedro!»
Pero no era verdad. Entré para comprobarlo con mis propios ojos.
Además en aquella época eso no era algo que me preocupara, porque estaba enamorado de Julieta y Dario lo sabía. O al menos eso creía yo.
También sabía que iba a pedirle que se casara conmigo al volver de Nueva York y él había hecho todo lo posible para hacerme cambiar de idea.
Dario era un puto machista. Estaba convencido de que las mujeres solo servían para satisfacer sus deseos sexuales.
«La mujer con la pata quebrada y en casa, y asegúrate de que sepa que eres tú quien manda», me soltaba. «Hay demasiados coños en el mundo como para atarte al de una sola mujer.»
Me decía que los tipos como nosotros no se podían fiar de ninguna, porque todas eran un puñado de putas, unas buscadoras de oro que solo querían una gran cuenta bancaria o una gran polla. Creía que yo era un estúpido por enamorarme y que al querer a una mujer me convertía en un
calzonazos y un débil.
Y tenía razón. Después de pillarlo con Julieta me quedé hecho trizas, al igual que su nariz, su rótula y tres de sus costillas.
Se la había follado para demostrarme que él estaba en lo cierto. Y aunque nuestra amistad terminara, seguíamos siendo socios. Hice lo imposible por comprarle su parte de la compañía, pero se negó a vendérmela. Y yo no pensaba ni por asomo renunciar a la compañía que a mis padres les había costado tanto crear. Así que hice de tripas corazón y
fui a trabajar cada día con la cabeza bien alta, realizando los negocios habituales.
Aprendí mi lección y me negué a volver a enamorarme de una mujer para que no me hiciera daño de nuevo.
Pero me sentía solo. Y estaba un poco enganchado a los chochetes.
Por supuesto había tenido escarceos con varias mujeres, pero siempre cortaba la relación por lo sano en cuanto veía que se encariñaban demasiado conmigo. El sexo era para mí una forma muy terapéutica de sacarme las frustraciones de encima, pero las mujeres no parecían querer estar con un tipo con esta mentalidad. Había algunas que me habían dicho que entendían que solo las quisiera para follar, pero acababan siempre cogiéndome cariño y queriendo que sintiera cosas que yo no sentía ni quería sentir, con lo que no les quedaba otra que largarse.
Podía haber tenido ligues de una noche, pero eso era como jugar a la ruleta rusa con mi polla, incluso protegiéndome con un condón, y por suerte ya me había dado el lote en mi juventud.
Ahora lo que quería era tener a la misma mujer en mi cama cada noche y cada mañana, alguien que me recibiera al volver a casa después de una larga y agotadora jomada laboral, deseosa de complacerme. Alguien que colmara todas mis necesidades, sin compromisos de por medio. Sí, sé que era la fantasía de cualquier hombre y que muy pocos podían hacerla realidad, pero yo tenía bastante dinero como para comprar esa fantasía. Y lo hice.
Y así fue cómo acabé conociendo a Paula.
En mi mundo siempre se habían dado las típicas charlas entre hombres.
Se dice que las mujeres cotillean a todas horas, pero los hombres hacemos también lo mismo. La única diferencia es que nosotros somos más discretos.
Una tarde en la que había estado jugando al golf con un inversor del Loto Escarlata, me enteré de las subastas. Fui al lugar a investigar un poco y después de hablar con el propietario, me picó la curiosidad.
Evidentemente no quería poseer a nadie en contra de su voluntad, pero Sebastian me aseguró que las chicas del «menú» lo hacían por voluntad propia y que aquella noche en particular podía encontrar una virgen. Para mí esto era un requisito esencial. Me preocupaban las enfermedades venéreas o gastarme una cantidad estratosférica de dinero en una mujer para acabar descubriendo que estaba preñada de otro.
Y esto no me hacía ninguna gracia.
Mientras estaba sentado en aquel camarín, totalmente a oscuras porque no quería que nadie me reconociera, dejé que cada una de las chicas expuestas se fuera marchando sin pujar siquiera por ellas. Es decir, hasta que ella se subió a la plataforma. Paula Chaves.
Había leído en el prospecto las especificaciones y el contrato que había propuesto y estaba intrigado. Como es natural, me había preguntado por qué una chica que parecía llevar una vida tan saludable estaba dispuesta a hacer algo tan descabellado, pero reprimí mi curiosidad porque como ya he
dicho, no quería comprometerme con ella. En el contrato se ofrecía por dos años, y eso era justo lo que yo andaba buscando. Dos años en los que poder follar de todas las maneras que pudiera imaginar era un buen plazo para
olvidarme de mi novia o enamorarme de nuevo. Y cuando ella se fuera, podía dar a mis amigos la razón más antigua de todas: «Simplemente la relación se enfrió».
Cuando vi a Paula supe que tenía que ser mía.
Además de ser el contrato ideal, ella era el ejemplar perfecto. Se veía una chica tan saludable como sus especificaciones y su aspecto no era demasiado voluptuoso ni artificial que digamos. Al final de la subasta vacilé, no estaba seguro de si seguir pujando, pero entonces fue cuando ella me lanzó esa mirada, como si me suplicara en silencio que no la dejara en manos de la asquerosa bola de sebo del otro camarín.
Puede que ella me diera un poco de pena, lo cual probablemente debería haber sido la primera señal de que era una mala idea. Pero con todo, hice la última oferta.
Y la segunda señal fue cuando mientras estaba arrodillada me hincó el diente en la polla. Eso me hizo ver las malditas estrellas y me mostró que yo había pegado bocado a algo que era demasiado para mí, y lo más irónico es que era ella la que me había mordido. Pero la cuestión era que Paula
nunca había hecho una puta mamada. ¡Qué alucinante! Yo sabía que era virgen, pero según mi propia experiencia la mayoría de vírgenes habían hecho al menos otras cosas para correrse aunque estuvieran por estrenar, por decirlo de alguna manera.
¿Y la mayor señal de todas? Esa jodida boca suya que no paraba de meterse conmigo.
Pero el trato estaba hecho. Había metido la pata hasta el fondo, era el peor error de mi vida, pero un trato es un trato.
Pensaba cumplir con los términos del contrato hasta el último día y esperaba que ella hiciera lo mismo.
Pero para serte sincero, pensé que sus sarcásticos comentarios me pondrían cachondo. No creo que se me hubiese puesto tan dura con alguien que hiciera todo cuanto yo le pidiera. Ella tenía fuego y hielo corriendo por las venas y no me lo iba a poner fácil.
Lo cual era precisamente lo que iba a hacer que esta situación fuera incluso más excitante para mí.
Normalmente yo no era un gilipollas, pero me tomaba los negocios muy en serio. Además era un jodido cachondo mental y ella me había demostrado tener grandes aptitudes cuando mientras la follaba por la boca me tocó los huevos sin yo pedírselo. Enseñarle a hacer las cosas que me
gustaban y ver su sexualidad despertar y crecer iba a ser una escena de lo más deliciosa. Y yo estaba en primera fila.
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Geniales los 3 caps. Paula va a ser un hueso duro de roer jajaja.
ResponderEliminarJajajajajaaj creo que esta historia va a tener de todo !! Me encanta la personalidad de los personajes... y las partes en primera persona GENIALES !!
ResponderEliminarPienso igual q Alicia!, está nove ba a estar buenísima, xq se.nota q tiene d todo, d verdad voy a disfrutar muchísimo leerla y asidero muchísimo xq me va a dejar cn ganas d más cda q subas jajaja, bsoos @GraciasxTodoPYP
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