miércoles, 8 de julio de 2015
CAPITULO 65
El agua caliente envolvía nuestros cuerpos desnudos mientras holgazaneábamos en la bañera exageradamente grande. Los fuertes brazos de Pedro me tenían encerrada y yo cerré los ojos para experimentar la sensación que la esponja de lufa me provocaba sobre mis pechos expuestos, que era donde Pedro la estaba moviendo. Mis pezones habían estado en un constante estado de excitación desde que puse un pie en esa casa.
Era gracioso que hubiera querido odiarlo tanto por aquel entonces. Y ahí estaba ahora, irremediablemente enamorada del hombre que me había comprado con el único propósito de hacerme todo lo que quisiera cuando y como a él le diera la gana.
El dicho era cierto: a veces es cuando dejamos de buscar el amor cuando el amor nos encuentra a nosotros. Y normalmente es la persona que menos sospechamos la que consigue atrapar nuestro corazón y volver nuestra vida del revés.
El Chichi se apuntaba ahora mismo a que el Vergazo Prodigioso lo volviera del revés. O, ya que estaba, a que le diera la vuelta y lo hiciera subir y bajar. Pícaro insaciable.
Como si hubiera escuchado su petición, la mano libre de Pedro deambuló por mi costado y por mi abdomen hasta que sus largos y grandes dedos pudieron hurgar entre los pliegues hinchados que tenía en el ápex de mis muslos para saludarlo como era debido. Su delicioso aliento vagó por mi cuello antes de que su boca, caliente y húmeda, ocupara su lugar.
La lengua de Pedro era pecaminosamente prodigiosa, y sus labios habían sido bendecidos con la habilidad de poner todos mis sentidos en alerta.
Sus dientes me arañaron la piel a modo de provocación y yo levanté el brazo para envolverlo alrededor de su cuello. La esponja de lufa se cayó al agua y Pedro me agarró el pecho a la vez que sus dedos me tiraban y me giraban suavemente el pezón.
Pude sentir su dureza pegada contra mi lumbar mientras los dedos entre mis piernas exploraban cada terminación nerviosa que tuvieran al alcance. La deliciosa presión de sus labios, de su lengua y de sus dientes contra el hueco de mi cuello aunó fuerzas con los suaves gemidos en mi oído y me volvieron loca de deseo.
—Pedro.
Mi voz sonó más como una súplica jadeante.
Él no titubeó con sus manipulaciones.
—Dime lo que quieres, gatita.
El Chichi sacó lápiz y papel y empezó a escribir una lista, pero yo lo ignoré. Ya habría tiempo luego para que lo venerara de todas las formas que se le ocurrieran. Ahora quería hacer algo por él.
—A ti. —Me giré en sus brazos—. Quiero saborearte.
Pedro gimió cuando logré ponerme a cuatro patas entre sus piernas y lo observé de forma sugerente mientras me relamía los labios. El agua de la bañera se balanceó con mis movimientos y chapoteó contra su tableta de chocolate.
—Que no se diga que te niego nada.
Usó la fuerza bruta de sus brazos para alzarse hasta estar sentado en el borde. El agua chorreó por su cuerpo a la vez que se agarró la polla con una mano y comenzó a acariciársela para provocarme.
Extendió el otro brazo en mi dirección a modo de invitación.
—Ven,Pau, hazme una mamada.
Su voz me recordó a mi primera noche allí, la noche en la que había estado sentado en el sofá, completamente desnudo, mientras se fumaba un cigarro. Los pelos se me pusieron como escarpias al recordarlo y un patético y lascivo gimoteo se me escapó de los labios al mismo tiempo que me
acercaba hasta él. Cuando estuve a su alcance, él enterró la mano en mi pelo y me guió hasta la enorme extremidad con la que Pedro tan cortésmente me apuntaba a la boca.
Su mano se agarró la base de su verga con fuerza y un gemido sensual se escapó de su garganta cuando la acogí en mi boca. Le hice círculos en la punta con la lengua antes de metérmela dentro de mi ansiosa caverna todo lo que fui capaz. Mis labios se extendieron a su alrededor cuando me acercó la cabeza más todavía. Formó un puño con la mano que me tenía agarrada del pelo y me impulsó ligeramente la cabeza hacia adelante y hacia atrás, una y otra vez.
Cuando levantó un pie por el lateral de la bañera y apoyó la espalda contra la pared para observarme mientras se la mamaba, de golpe me volví toda una exhibicionista.
Lo solté temporalmente y hundí la cabeza entre sus piernas. Sin dejar de mirarle a la cara, le lamí los huevos y me los metí uno a uno en la boca para succionárselos.
—Mierda —gimió, y luego abrió la boca y su pecho comenzó a subir y bajar más rápido.
Mi lengua dejó un rastro desde el hueco de sus huevos donde tenía los dedos hasta la punta de su largo miembro. Pedro me empujó la cabeza con más brusquedad y pude sentir la corona de su polla pegar contra la pared de mi garganta. Mis dientes arañaron ligeramente su piel suave cuando se retiró y luego volvió a hundirse en mi garganta otra vez. Sus ojos estaban fijos en mis labios y comencé a menear la cabeza para acogerlo bien adentro. Tragué y relajé la garganta para poder meterlo más adentro todavía, y gemí alrededor de ese trozo de carne que tenía en la
boca como si fuera lo más delicioso que hubiera probado nunca. Porque lo era.
—Joder. —Su voz era casi un susurro; un susurro ronco y descontrolado—. No tienes ni idea de lo preciosa que estás cuando me chupas la polla. Más fuerte, gatita. Chúpamela más fuerte.
Lo succioné tanto que mis mejillas se ahuecaron.
Tanto que no habrías sido capaz de convencerme de que su polla no sería más que un chupetón gigante para cuando hubiera acabado. Pedro gimió y los músculos de sus brazos, pecho y abdomen se contrajeron. Lo mamé más rápido, con más fuerza y a más profundidad mientras él me observaba con embelesada fascinación.
Podría haber muerto como una mujer feliz con su polla en la boca. Muerte por pollaestrangulación.
Él gimió mi nombre y luego su rostro se retorció.
—Para, mujer. Para.
Yo seguí.
—No… joder… —Él gruñó y me acunó el rostro con las manos para obligarme a soltar su miembro viril—. Quiero estar dentro de ti cuando me corra. — Estaba sin aliento, se le marcaban las venas del cuello y las pupilas se le dilataron—. Date la vuelta y sujétate al borde.
Me uní mentalmente al Chichi en sus acrobacias de animadora en la banda cuando descubrimos que también iba a tener oportunidad de jugar.
Me giré y extendí las piernas para que él pudiera colocarse entre ellas cómodamente, y puede que también arqueara la espalda, además. Cuando sentí su aliento en la nuca, su pecho se pegó a mi espalda, y su polla a mi hendidura, y casi me corrí en el sitio.
Su boca estaba cerca de mi oído y sentí la punta de su verga deslizarse entre mis labios, provocándome, sin llenarme con lo que tan desesperadamente necesitaba. Moví las caderas en un intento de alinear mi entrada con su polla, pero él se
apartó y yo solté un lloriqueo ante la pérdida de contacto.
Su aliento me acarició el hélix de la oreja con una voz profunda y amenazadora, pero no pude temerlo.
—¿Qué agujero quieres que use, Pau? ¿Este? — preguntó, moviendo la cabeza de polla sobre mi sexo —. ¿O este?
Deslizó la punta por encima de mi ano y presionó
ligeramente.
—El que tú quieras. Al igual que tú no me niegas nada, yo tampoco te lo niego a ti.
La última experiencia que había tenido con la entrada de atrás había sido incómoda, incluso dolorosa al principio, pero aun así quería volverlo a intentar. Y sí que había dicho que quería hacer algo por él, así que si él quería follarme el culo, dejaría que lo hiciera.
Pedro se rió entre dientes junto a mi oído y, aunque no pude ver su sonrisa condescendiente, supe que estaba ahí.
—¿Ah, sí? Qué valiente, Pau. Qué altruista. Me encanta lo dispuesto que está siempre tu cuerpo, la forma tan descarada con la que reaccionas a mis caricias. Me muero de ganas de volver a hundir mi polla en tu culito apetecible, y lo haré. Pero esta vez, creo que iré… por aquí.
La gruesa cabeza de su verga se hundió en mi coño. Me abrió y me llenó hasta que estuvo completamente enterrado en mi interior. Gemí y arqueé la espalda para poder apoyar la cabeza sobre su hombro. Él me cogió una teta con una mano mientras dejaba la otra sobre mi vientre. Luego ejerció presión sobre mi abdomen para obligarme a doblarme muy levemente. No obstante, el cambio de ángulo fue suficiente como para hacerme ahogar un grito.— Tranquila, gatita —me dijo en voz baja al oído —. Joder… qué gusto.
—Tú tampoco lo haces tan mal —conseguí responder.
Pedro se volvió a mover en mi interior; salía y entraba de mi cuerpo mientras me colmaba el cuello de besos con lengua. Eché la cabeza hacia un lado cuando la mano que tenía sobre mi vientre descendió y sus dedos comenzaron a masajearme el clítoris.
Gemí de nuevo porque la sensación era increíble, y él pegó todavía más su pecho a mi espalda.
Sabía lo que Pedro quería. Quería que me doblara hacia adelante, y lo hice. Me agarré al saliente de la bañera para que pudiera hacer lo que quisiera conmigo.
Y eso fue exactamente lo que hizo.
Movió los labios sobre mis hombros desnudos y me envió un cosquilleo por toda la superficie de la piel. Quitó la mano de mi pecho y la posó sobre la mía en el saliente antes de entrelazar sus dedos con los míos; ahora el leve peso de su cuerpo me envolvía perfectamente. La otra mano volvió a mi abdomen y me sujetó allí mientras me embestía con una mayor resolución. Su boca estaba pegada a mi oreja y pude oír cada pequeño gruñido, sentir contra mi piel cada
exhalación de aire caliente con cada arremetida.
—Necesito estar más dentro de ti, Pau. Mas adentro de lo que nunca he estado antes —murmuró junto a mi cuello.
Deslizó la mano en dirección sur por mi cuerpo hasta llegar a la parte interna de mi muslo izquierdo.
Tiró de él para instarme a que levantara la rodilla hasta apoyar el pie en el lateral de la bañera. Luego enderezó la espalda y me embistió lentamente.
—Ooh… —gemí ante la sensación.
—Eso es. Justo ahí —dijo mientras rotaba las caderas contra mi trasero e hizo que soltara otro gemido—. ¿Te gusta?
—Dios, sí. —Pude sentir su polla moverse en círculos, abriéndose paso entre mis paredes, y yo arqueé la espalda más incluso para darle mejor acceso—. Puedo sentirte… tu polla es tan… unngh.
—Sí, a mí también me gusta —dijo mientras cogía impulso hacia atrás ligeramente y volvía a hundirse en mí.
Realizó movimientos cortos y rápidos, a cada cual más glorioso que el anterior. Todo lo que tenía dentro de mi cuerpo se aglomeró. Estaba en alerta máxima. Amenazaba con explotar gracias al glorioso placer que solo él podía proporcionarme.
—Más fuerte, Pedro. Fóllame más fuerte —dije para animarlo.
E hizo justo eso. Enredó una mano en mi pelo y tiró de él para obligarme a que levantara la cabeza mientras me follaba como un loco. Su ingle se estrellaba contra mi culo con acometidas largas, fuertes y rápidas. La piel chocaba contra piel a la vez que sus dedos se hundían en mi cadera. El pecho se me oprimió, el estómago me dio vueltas, mi clítoris palpitó, mis dientes se apretaron y mis dedos se agarraron al filo de la bañera hasta que los nudillos se me pusieron blancos.
Y luego todo se soltó de golpe y yo grité con un orgasmo que hizo que me temblara todo el cuerpo.
—Pedro… ohhh… Pedro —gemí mientras el corazón me martilleaba el pecho.
—Lo sé, gatita —gruñó, todavía moviéndose ferozmente a mis espaldas—. Justo ahí. Voy a correrme. Voy a…
Soltó un gruñido mientras sus caderas se estampaban contra mi trasero. Las mantuvo allí durante un segundo o dos antes de continuar con su ataque con movimientos esporádicos e irregulares.
Y luego por fin se quedó quieto. Fue como la calma tras la tormenta, las nubes se disiparon y el sol volvió a brillar una vez más. Dichoso, tranquilo.
Feliz.
Su cuerpo se desplomó cuando se retiró de mi interior y apoyó la frente contra mi espalda.
—Mujer… vas a hacer… que me… muera — soltó entre jadeos.
¿Él? Yo estaba segura de estar en peligro de sufrir un ataque al corazón a juzgar por la forma en que este estaba intentando salírseme del pecho. Pero Dios… vaya forma de morir. Estaba ahí empatada junto a la pollaestrangulación.
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Buenísimos los 5 caps Carme. Me encantaron
ResponderEliminarMuy buenos capítulos!!!
ResponderEliminarGENIALES !!
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